No podía culpar a nadie, pensó resignado Mike Weston mientras se ajustaba una pulsera Fitbit a la muñeca una fría mañana de febrero. Su empresa estaba a punto de hacer un seguimiento de su vida 24 horas al día, recopilando datos de todo tipo, desde su calidad del sueño hasta su ritmo cardiaco o los sitios que consultaba por Internet.
“En realidad me sacaba de quicio la idea. No me hacía ninguna gracia exhibirme así”, explica. Sin embargo, como consejero delegado de Profusion, una consultora de almacenamiento de datos, había animado a sus empleados a planear proyectos internos más ambiciosos y ésta era su última propuesta.
Durante diez días, los expertos en datos de Profusion utilizaron Fitbits y diversas apps para analizar los datos personales de 31 trabajadores que se presentaron voluntarios, Weston incluido. Los responsables del estudio descubrieron que podían separar a los voluntarios en grupos, según sus patrones de conducta.
La tecnología ha hecho posible que las empresas hagan un seguimiento más exhaustivo que nunca de sus empleados, recurriendo a GPS en el caso de los repartidores, por ejemplo, o a un tipo de software que rastrea las páginas web que visitan los empleados. Empresas como Profusion creen que los wearable –dispositivos para llevar puesto– pueden abrir una nueva frontera en el entorno laboral, aunque, una vez más, la línea que separa nuestra vida privada de la laboral sería difusa.
“Creo que esta tendencia irá ganando terreno, aunque existe un riesgo asociado a estos experimentos: el abuso de datos”, opina Weston.
Para las empresas, la forma más sencilla de utilizar wearables–y, hasta la fecha la más común– es dárselos al personal e intentar que lleven un estilo de vida más saludable, un objetivo que resulta rentable si la empresa cubre su seguro de salud. Los empleados de BP en EEUU, por ejemplo, llevanFitbits y la compañía les recompensa cuando cumplen los objetivos que les marcan.
En cualquier caso, lo más inteligente es utilizar los datos de estos dispositivos para aumentar la productividad o la seguridad de los empleados.
Kronos, la firma de gestión de empleados que tiene entre sus clientes a empresas como Apple, Starbucks e Ikea, tiene unos ingresos anuales de más de 1.000 millones de dólares vendiendo herramientas de datos en tiempo real que incrementan la productividad.
En opinión de Brenda Morris, responsable de Kronos en Reino Unido, “con estos dispositivos la empresa puede detectar cuándo un empleado está sometido a demasiada tensión, trabaja muchas más horas de las que debería y no cuenta con ningún apoyo”.
Chris Brauer, que trabaja en la Universidad de Londres haciendo experimentos con wearables en el trabajo, cree que en el futuro los jefes tendrán acceso a datos de empleados como los patrones de sueño, un indicador del rendimiento. No obstante, las empresas tendrán que superar muchos obstáculos de orden jurídico y ético para llegar a esa realidad.
De momento, nadie ha extraído conclusiones útiles de este tipo de datos. Rob Symes, cofundador de una start-up londinense realizó un seguimiento a todos sus trabajadores el año pasado y ahora se pregunta qué hacer con todos estos datos. A veces, empresas y empleados comparten los mismos objetivos (menos estrés en el trabajo, por ejemplo), pero no siempre es así. Según un estudio de PwC, muchos empleados no confían en su empresa y piensan que ésta podría utilizar los datos en su contra. Esto cambiaría si las compañías se comprometieran a que los datos se mantendrán en el anonimato y sólo se van a analizar de forma conjunta.
Fuente: Expansión