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LA FALTA DE MANO DE OBRA GOLPEA A ESPAÑA: UN INDICADOR CLAVE DE LA FUERZA

6 marzo 2025
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  • La falta de mano de obra golpea a España: un indicador clave de la fuerza laboral cae al mínimo histórico

 

  • La población entre 25 y 54 años cae de manera imparable pese a la bonanza económica

 

  • El problema afecta a todos los sectores ante la falta de relevo generacional

 

¿Puede un mercado laboral sobrevivir a un recorte en su mano de obra disponible? El español está a punto de averiguarlo, con el indicador clave de esta variable, el porcentaje de activos entre 25 y 55 años, en su mínimo histórico. Se situó por debajo del 72% en 2024 cuando hace una década rondaba el 80%. Un problema que ya afecta a todos los sectores y que se explica por el envejecimiento de la población activa en una economía que se caracteriza por el 'uso intensivo' de trabajadores en servicios de escaso valor añadido y rotación disparada.

Cuando hablamos de 'mano de obra' nos referimos al total de activos, ya sean ocupados o desempleados. Mientras el dato paro nos dice cuántos potenciales trabajadores quedan desaprovechados, el total de activos nos señala qué margen total tiene la economía para hacerlo. Y este se está estrechando, si atendemos al referente de las personas que trabajan y buscan empleo entre 25 y 54 años, la denominada franja 'prime'.

Esta es una convención estadística que parte de la premisa de que los menores de 25 años incluyen apenas acaban de iniciar su andadura en el mercado laboral y aún no han asentado su carrera profesional, mientras los mayores de 55 están en posiciones más estables y son menos propensos a cambiar de trabajo. Dicho de otra forma, son los profesionales con edades entre medias los que determinan con más fuerza las tendencias de un mercado laboral.

Sobre todo, en uno marcado por la rotación laboral y la demanda de sectores de mano de obra para empleos con mayor peso de la actividad física (como la logística, la hostelería, el comercio, la construcción). Que el porcentaje de potenciales trabajadores en edad prime de una economía disminuya, significa que la capacidad productiva de su 'factor trabajo' se ve mermado.

Aunque esta interpretación se ve matizada por claves como la evolución tecnológica, el aumento de la esperanza de vida y retraso de la edad de jubilación (que alargan la potencial carrera profesional de los séniors), o el retraso en el abandono de los estudios por parte de los jóvenes, el modelo sigue siendo válido en una cuestión clave para el mercado laboral español: el problema del relevo generacional ante el envejecimiento de los activos.

 

EL ENVEJECIMIENTO ESTRECHA EL EMBUDO

 

Los datos hablan por sí solos. La serie histórica de la EPA muestra que en 2006 los activos de entre 25 y 55 años se situaban en el 77,8% del total, con 16,9 millones. Pese al estallido de la crisis inmobiliaria y financiera en 2008, la inercia de la inmigración (impulsada por la regularización especial de 2004) siguió elevando el número de activos hasta alcanzar los 18,7 millones de personas en 2012, el 79,7% de los activos y el máximo de la serie histórica.

El matiz a tener en cuenta es que el peso de los parados en ese porcentaje era cada vez mayor por los estragos de la crisis financiera, convertida ya en Gran Recesión. Por ello, a partir de 2011 el 'éxodo' disparó la fuga de talento nacional y foráneo, lo cual aceleró el retroceso de la mano de obra 'prime'. Sin embargo, la recuperación económica no ha revertido la tendencia. En 2025 se situaba en 17,5 millones, un 71,9% del total. El menor porcentaje de toda la serie.

Aunque a simple vista ocho puntos porcentuales de diferencia no parecen un desplome tan significativo, la lectura resulta devastadora en un contexto de creación de empleo y crecimiento económico, porque implica que la economía cuenta con menos mano de obra 'óptima' para aprovecharla. Esto supone una clara debilidad, sobre todo en un país que históricamente ha apostado por competir gracias a su disponibilidad de mano de obra a costes más bajos que en otros países. Algo que muchos sectores siguen haciendo.

En cifras absolutas, los activos 'prime' quedan un 6,1% por debajo de los de 2012, pese a que la población activa ha crecido un 4,2%. La única buena noticia es que el peso de los parados en la tasa de activos de entre 25 y 55 años es la menor desde 2007, lo que significa que esta mano de obra se aprovecha más. El problema es, como decimos, que el margen para las empresas para encontrar estos trabajadores es cada vez menor.

Ello se debe a que el descuadre no se da por la franja baja de edad, es decir, por la entrada de activos más jóvenes. Los menores de 25 años han aumentado un 1,1% desde 2011, pero los mayores de 55 han repuntado un 73%.

Esto ha trastocado el reparto porcentual por edad de la mano de obra: los 'juniors' han retrocedido del 7,7% al 7,3%, mientras los séniors han subido del 12,6% al 20,9%, su máximo de la serie histórica. Es decir, el margen se está reduciendo por el envejecimiento de la mano de obra.

 

UN RETROCESO GENERALIZADO

 

Otro indicador que arroja indicios preocupantes es la tasa de actividad, es decir, el porcentaje de activos sobre la población total. Aunque en los últimos años ha registrado un leve repunte, en el acumulado de la última década se ha reducido en 8 décimas, al 58,8%, arrastrado por un retroceso en la franja de edad entre 25 y 40 años. A partir de ahí, los incrementos son sustanciales, en especial entre los mayores de 55 años, que registran máximos de la serie.

Todo ello supone un lastre considerable para una economía como la española, cuya competencia con el resto de Europa se ha sostenido en unos bajos costes laborales gracias al elevado volumen de mano de obra disponible en actividades como la construcción, el turismo, el comercio y otros servicios intensivos en el uso de mano de obra, pero de bajo valor añadido.

Ello lleva a que, aunque la mayoría de los sectores han creado empleo y sumado activos desde 2011, en todos se ha producido el mismo estrechamiento del 'embudo' de la edad. Los más afectados son el sector público, donde la mano de obra prime ha caído del 80,4% al 65,5%, seguido por el sector de ocio, cultura y deportes, las inmobiliarias, empleo doméstico y hostelería.

El retroceso se registra en todos los sectores, pero golpea más a aquellos con una mayor demanda (y rotación) de mano de obra, lo cual explica que sean estos lo que están poniendo el foco en la falta de trabajadores.

 

LAS MISMAS RECETAS PARA TIEMPOS DISTINTOS

 

Y es que al igual que en el resto de Europa y en Estados Unidos, la cuestión de las dificultades para encontrar trabajadores tras la pandemia ha ocupado un importante espacio en el diálogo social y político español, aunque en nuestro caso se da la paradoja de que tenemos 2,6 millones de parados, el mayor porcentaje de los Veintisiete.

Lo que para las patronales era un problema que exigía acciones concretas y un cambio en las políticas migratorias (una idea respaldada por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones), para los sindicatos y el Ministerio de Trabajo respondía a un reajuste tras los confinamientos de la pandemia y un llamamiento a las empresas para mejorar sus condiciones laborales y salariales.

¿Quién tiene razón? Lo cierto es que, en los últimos años, han aumentado los salarios (gracias los grandes Acuerdos de Negociación Colectiva pero también a la tensión en el mercado laboral) y la inmigración ha repuntado, impulsando la creación de empleo. Pero el peso de la de 'mano de obra prime' ha seguido descendiendo, lo que implica que n ose trata solo de condiciones laborales. O al menos no en los términos en los que muchas empresas pueden mejorarlas por su cuenta, sin abordarlas en el marco de una completa reconversión sectorial.

Por otro lado, un análisis de la serie histórica muestra que entre 2002 y 2012 (año de su máximo histórico) la suma de parados y ocupados en edad 'prime' solo subió 2,7 puntos porcentuales su peso en el mercado laboral, cuando desde entonces ha caído casi 7,8 puntos.

Ello se debe a que la edad media de los inmigrantes también está aumentando, en parte por los cambios demográficos, económicos y político-sociales en sus países de origen. Esta situación supone un problema para un tejido productivo que parece estar perdiendo la carrera contra la demografía sin que las recetas convencionales aplicadas en el pasado den resultados.

 

 

Fuente: elEconomista